‘ASH’ de Flying Lotus, protagonizada por Aaron Paul y Eiza González, debuta con 100% en Rotten Tomatoes. 🚀🪐

 

Flying Lotus, el visionario músico, productor y cineasta, ha regresado finalmente a la silla de director tras su película Kuso de 2017, con Ash, una experiencia de ciencia ficción y horror audaz e implacable que se sumerge en el abismo de la memoria y la paranoia. Con un estilo visual atrevido y cautivador, Eiza González (Baby Driver, Ambulance) lidera este filme de género con una actuación fascinante, posiblemente la mejor de su carrera. Flying Lotus toma una premisa familiar —una superviviente aislada en un planeta alienígena intentando reconstruir el sangriento rompecabezas de una masacre— y la electriza con una ferocidad audiovisual impactante.

Desde sus primeros fotogramas, Ash deja claro que no tiene interés en jugar a lo seguro. La película comienza con un montaje frenético de imágenes pesadillescas: Riya (González) ensangrentada y aterrorizada, los rostros derretidos y distorsionados de sus compañeros de tripulación, y una estación espacial futurista bañada en destellos de rojo y azul que recuerdan al giallo. Es una sobrecarga sensorial inmediata que establece tanto la intensidad visceral de la película como su compromiso con una estética surrealista y alucinante. Flying Lotus, aprovechando su experiencia en música y experimentación visual, concibe Ash como una sinfonía de luz y sonido, donde el color, el diseño de sonido y el montaje son tan cruciales para la narrativa como el diálogo o la trama.

La historia se centra en Riya Ortiz, quien despierta en el desolado planeta de Ash con la memoria fragmentada y su tripulación masacrada. Aparece Brion (Aaron Paul), un supuesto rescatista que responde a una señal de S.O.S. por un colapso violento en la estación. Pero, ¿está diciendo la verdad? ¿O Riya está perdiendo la cabeza lentamente? La película de Flying Lotus prospera en este espacio de incertidumbre, donde la confianza es tan frágil como la cordura y cada revelación redefine la narrativa. Con influencias de Alien (1979) de Ridley Scott, Event Horizon (1997) de Paul W.S. Anderson y la franquicia de videojuegos Dead Space de EA, Ash se deleita en la tensión de lo desconocido, manteniendo tanto a su protagonista como al público desorientados mientras desarrolla su misterio.

Donde Ash realmente brilla es en su ejecución. El uso meticuloso del color transforma la película en algo hipnótico; los tonos cambiantes reflejan realidades cambiantes, y los destellos vibrantes de neón convierten momentos de terror en poesía visual. El planeta en sí es una obra maestra de diseño: un páramo estéril y azotado por tormentas donde los relámpagos atraviesan cielos pintados con remolinos psicodélicos y la ceniza volcánica tóxica cae constantemente como los restos de un apocalipsis distante. Es un escenario magistral que se siente opresivo y alienígena, pero totalmente tangible, gracias al compromiso de la película con diseños prácticos y elementos de ciencia ficción meticulosamente elaborados.

Este compromiso con el detalle se extiende al diseño de producción, que toma elementos clásicos de la ciencia ficción, como trajes espaciales y robots quirúrgicos, y les da un giro fresco e innovador. Incluso pequeños detalles, como los movimientos inquietantes de una unidad médica autónoma cosiendo la herida en la cabeza de Riya, contribuyen a la naturaleza táctil y perturbadora de la película. Cuando el horror estalla en toda su intensidad, lo hace con una fuerza implacable. Los flashbacks de la masacre de la tripulación impactan con precisión brutal, sus cortes abruptos y estallidos repentinos de violencia golpean como puñetazos en el estómago. La revelación final de la verdadera naturaleza de la amenaza, sin spoilers, es profundamente inquietante y extrañamente familiar, tocando miedos primarios como la infección, la pérdida de control y la fragilidad de la identidad humana.

Sin embargo, a pesar de su brillantez técnica, Ash no funcionaría sin un ancla sólida en su centro. Eiza González cumple ese rol y más, ofreciendo una actuación que la consolida como una presencia líder formidable. Riya es una protagonista compleja, y González asegura que cada momento de su viaje —desde el terror absoluto hasta la introspección silenciosa y el instinto de supervivencia— se sienta genuino. Es el tipo de papel que ha merecido durante mucho tiempo, una muestra de profundidad emocional y resistencia física que demuestra que puede comandar un proyecto entero con su sola presencia.

Si hay una debilidad en Ash, es que los personajes secundarios, incluidos los miembros de la tripulación que aparecen en los flashbacks, no están tan desarrollados. La tragedia de su pérdida se siente, pero sus personalidades permanecen algo subdesarrolladas, dejando las relaciones pasadas de Riya más como un telón de fondo temático que como un elemento emocional genuino. Aaron Paul (Breaking Bad, Invincible), por su parte, hace un trabajo sólido como Brion, interpretando el papel con la cantidad justa de ambigüedad. Sus interacciones con Eiza González destellan tensión, y su dinámica cambiante mantiene viva la pregunta central del guion de Jonni Remmler —¿en quién se puede confiar?— hasta el tercer acto.

La banda sonora de Flying Lotus, otro componente crucial de esta experiencia inmersiva, pulsa con un aura de inquietud, combinando sintetizadores palpitantes y melodías perturbadoras para amplificar la atmósfera de pesadilla de Ash. Como arquitecto sonoro experto, FlyLo entiende perfectamente cómo usar el sonido para desestabilizar. Hay un momento en el que Riya, atormentada por recuerdos fragmentados y un terror parasitario que avanza, se encuentra frente a un cielo que parece deformarse y respirar a su alrededor. Este instante encapsula perfectamente lo que hace que Ash sea tan especial: es un horror cósmico que no teme ser audaz y completamente extraño. Además, no teme incluso alienar a algunos espectadores con su visión única.

El director Flying Lotus ha tomado un guion relativamente simple y lo ha elevado a algo que exige ser experimentado en la pantalla grande. Es un triunfo de estilo y atmósfera, una sobrecarga sensorial alucinante que se inspira en lo mejor del género mientras forja su propio camino. Finalmente, Ash demuestra que Flying Lotus es definitivamente un cineasta en el que vale la pena invertir, y que Eiza González es una estrella líder que merece todos los reflectores. Brutal, emocionante y visualmente impactante, Ash es el tipo de película de ciencia ficción y horror que se queda contigo mucho después de que terminen los créditos, hundiendo sus garras profundamente y negándose a soltarte.


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