Crítica de ‘Borderline’ – Una mezcla de géneros con crisis de identidad. 🤡🚨
No soy el primero en señalar que Hollywood moderno se define por la nostalgia. Sin embargo, un efecto secundario poco discutido de la obsesión por las franquicias es cómo ha influido en los proyectos independientes y no basados en propiedades intelectuales. Las películas originales se han vuelto un bien cada vez más escaso, hasta el punto de que, cuando surge una, existe una urgencia entre los cinéfilos por apoyar historias frescas en taquilla. Aunque bienintencionada, esta actitud tiene un defecto fatal: ¿qué pasa cuando las películas «originales» carecen de verdadera originalidad?
Por cada producción original exitosa, hay docenas de imitaciones vacías: cintas tan obsesionadas con replicar la magia de otros proyectos que olvidan forjar una identidad propia. Lamentablemente, Borderline (2025), el debut como director de Jimmy Warden (guionista de Cocaine Bear), es un ejemplo claro de lo segundo. Aunque Warden demuestra seguridad como narrador visual, la película intenta abarcar demasiado y logra muy poco. Es un revoltijo de elementos inconclusos: un thriller de invasión hogareña sin tensión, un drama psicológico que no emociona, una comedia sin gracia y, en el peor de los casos, una historia que ignora su propio potencial.
Borderline sigue a Paul Duerson (Ray Nicholson, Smile 2), un acosador peligroso e impredecible en el Los Ángeles de los 90, que irrumpe en la mansión de Sofia (Samara Weaving, Lista o No), una estrella pop, para tomarla como rehén y forzarla a casarse. El caos estalla cuando el guardaespaldas de Sofia, Bell (Eric Dane, Euphoria), y su novio atleta, Rhodes (Jimmie Fails, The Last Black Man in San Francisco), complican el meticuloso plan de Paul. Aunque la premisa parece simple y prometedora, Borderline desperdicia gran parte de su potencial.
A pesar de durar solo 90 minutos, la película se siente inflada, sin equilibrio narrativo ni enfoque claro. La historia se presenta desde múltiples perspectivas que convergen en un final forzado. Borderline no oculta su deuda con el cine de culto de la era VHS, pero este homenaje termina perjudicándola. La estructura no lineal del guion, inspirada en Quentin Tarantino, carece del ritmo y la profundidad necesarios para brillar. Los personajes son estáticos, meras fichas movidas por la trama en lugar de actuar con agencia.
Pese a un guion débil, el elenco hace lo posible por salvar el material. Samara Weaving, consolidada como «reina del terror», brilla al combinar vulnerabilidad y fuerza en su papel. Jimmie Fails aporta carisma y humor para compensar la falta de desarrollo. Sin embargo, Ray Nicholson no recibe un material que le permita explotar su locura. Warden demuestra talento visual, pero mientras Nicholson irradia energía caótica, la película no logra igualarlo con un estilo audaz o giros intrigantes.
Uno de los mayores problemas de Borderline es su falta de interés en explorar el mundo de Sofia como estrella pop de los 90. A diferencia de cintas recientes centradas en famosos (Smile 2, Trap o la próxima Mother Mary), aquí la carrera de Sofia es un detalle superficial: no hay canciones originales, vestuarios memorables ni reflexión sobre su personaje público.
Borderline es una oportunidad desperdiciada, sobre todo porque la dinámica «fan obsesivo vs. ídolo» ha sido explorada con más profundidad en otros proyectos. Como ópera prima, se esperan ciertas imperfecciones, pero esta cinta fracasa por ambicionar demasiado y lograr tan poco en su breve duración. Warden, eso sí, demuestra habilidad para trabajar con actores y crear momentos visuales impactantes. Aun así, Borderline se olvida rápido, recordándote constantemente que debe su existencia a películas mucho mejores.
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