KIERAN CULKIN ROBA LA PANTALLA (OTRA VEZ)

Crítica de ‘A Real Pain’: Jesse Eisenberg se corona como cineasta y Kieran Culkin relumbra en un viaje ácido y conmovedor.

El actor demuestra su destreza tras las cámaras en un relato sobre dos primos judíos que exploran Polonia en un «viaje histórico del Holocausto».
Cada vez más actores se arriesgan a dirigir, y sus resultados suelen dividirse en tres tipos: los que naufragan, los que logran algo funcional y aquellos que revelan un talento innato. Greta Gerwig, Ben Affleck o Bradley Cooper encajan en este último grupo. A esa lista ahora se suma Jesse Eisenberg con Un Dolor Real, filme que escribe, dirige y protagoniza. Estrenada en Sundance, la película es una road movie afilada, cómica y profundamente humana que sigue a David y Benji (Eisenberg y Kieran Culkin), primos que recorren Polonia en un tour centrado en el legado judío, especialmente durante la Segunda Guerra Mundial. El viaje también es personal: buscan la casa donde su abuela, sobreviviente del Holocausto recién fallecida, creció.
La cinta mezcla diálogos incisivos con reflexiones sobre el peso de la historia. David, interpretado por Eisenberg con su nerviosismo característico pero sin exageraciones, es un padre de familia neoyorquino que vende publicidad digital. Organiza el viaje para reconectar con Benji (Culkin), su primo caótico: un eterno adolescente que maldice sin control, envía marihuana por correo y desafía cualquier norma social.
El choque entre ambos es el corazón del filme. David busca estabilidad; Benji, en cambio, es un torbellino de contradicciones: ingenioso pero autodestructivo, encantador pero tóxico. Culkin evita caer en la caricatura: su personaje es un saboteador con capas de vulnerabilidad. Aunque critica a los demás, es su propio peor enemigo.
El grupo turístico —adultos solemnes— sirve de contraste. Benji desentona con bromas irreverentes: posa junto a estatuas de soldados, cuestiona el lujo de un tren (evocando los vagones nazis) y desafía al guía británico (Will Sharpe de White Lotus) por su enfoque frío. Eisenberg, sin embargo, no lo pinta como un villano. Su humor es un escudo para ocultar su dolor, ligado tanto al trauma familiar como a su miedo a crecer. 
El título original (A Real Pain) juega con el doble sentido: Benji es «un fastidio», pero la película explora el «dolor real» de confrontar el pasado. Eisenberg equilibra comedia y drama con una fluidez que recuerda a Richard Linklater. Hay escenas hilarantes (como cuando Benji convence al grupo de fotografiarse en un memorial) y momentos desgarradores, como la visita al campo de concentración de Majdanek, donde el sufrimiento histórico se vuelve tangible. 
El elenco secundario aporta matices: Jennifer Grey como una divorciada que oculta su tristeza tras sonrisas, Kurt Egyiawan como un superviviente ruandés convertido al judaísmo. Pero el núcleo es la relación entre los primos: David, aunque rígido, encuentra paz en la rutina; Benji, pese a su agudeza, se pierde en su laberinto emocional. 
El plano final de Culkin resume la genialidad de su actuación: una mirada que mezcla arrogancia, fragilidad y la pregunta incómoda de si puede redimirse. Eisenberg, por su parte, confirma su voz única. Tras su ópera prima Cuando termines de salvar el mundo (2022), consolida un estilo que fusiona diálogo ágil y emociones desnudas.

Culkin llega en el momento perfecto. Tras ganar el Emmy por Succession y su icónico papel en Igby Goes Down (2002), demuestra que su magnetismo trasciende formatos. Un Dolor Real no es solo un excelente filme: es el renacer de un cineasta y la coronación de una estrella.


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